La estrategia del miedo y la vuelta al macartismo

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En 1950, en los Estados Unidos imperaba el miedo. Se encontraban en plena guerra fría contra la Unión Soviética y los americanos sentían como crecía la tensión con el gran enemigo. En este contexto surgió una de esas figuras políticas fruto de los tiempos oscuros, el senador McCarthy, que decidió hacerse un nombre a costa de ese miedo. El `macartismo´ ha quedado acuñado para la historia como la persecución institucionalizada que promovió el senador de todos aquellos de los que se tuviera sospecha de ser comunista.

Sin proceso alguno, sin pruebas, se inició una caza de brujas en la administración americana, en los medios de comunicación o en Hollywood de aquellos traidores a la patria que supuestamente simpatizaban o colaboraban con los comunistas. Tampoco habían inventado nada nuevo, las purgas políticas son un antiguo instrumento del poder que se remontan a la antigua Roma o a Robespierre pero la novedad era que se aplicaban en un sistema democrático alterando todo aquello que la propia democracia y el estado de derecho significaban.

Rememoro el macartismo al hilo de la espeluznante confesión del Ministro de Economía, el ínclito Montoro, afirmando tras una cascada de ceses y dimisiones en la agencia tributaria que ésta era un nido de socialistas. Más allá de recordar la amnistía fiscal que promovió el ministro y su vinculación con Bárcenas, el argumento de que se echa a inspectores de hacienda, no porque hagan mal su trabajo sino porque, cosa bastante difícil de creer, eran todos rojos peligrosos, se acerca bastante a la forma de pensar del senador McCarthy o, si buscamos a un compatriota, a los métodos de Torquemada.

No es la única deriva ideológicamente peligrosa del PP. Si a las purgas en la Agencia Tributaria sumamos la pretensión de aprobar una nueva Ley de Seguridad Ciudadana que impida el ejercicio efectivo de derechos constitucionales para evitar las protestas pacíficas contra las medidas del Gobierno estamos ante una auténtica reencarnación del macartismo. Si lo unimos a la reforma que faculta a quienes pueden pagarse seguridad privada a controlar espacios públicos y ejercer funciones hasta ahora sólo reservadas a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y lo añadimos a la inminente reforma del Código Penal, comprobamos como se abusa del miedo de la gente ante la crisis para hacer temblar los cimientos mismos del estado de derecho y las libertades públicas.

Pero esto no es más que un último asalto de un combate que se libra desde hace mucho. En la estrategia de la derecha de este país, se azuza el miedo de la gente en una época convulsa. Los argumentos son simples. Si quieres tener trabajo debes renunciar a parte de tu sueldo y de tus derechos como trabajador. Si quieres tener sanidad debes permitir que sea de peor calidad y que se privatice. Si quieres mantener la educación debes consentir que se reduzca la igualdad de oportunidades. Y así, todo. Se explota el miedo, crece el populismo, se acaba con la política y se reprime a los pocos ciudadanos que aún mantengan la esperanza.

Con el miedo se controla, se manipula, se consolida un poder omnímodo, se consiente lo que hasta ahora era inconcebible y hoy en España, como en los Estados Unidos del macartismo, hay miedo. Es cierto que la explotación del miedo, las purgas políticas y la represión no son exclusivas de la derecha. Podemos recordar que las emplearon a conciencia dirigentes como Mao en China o Stalin en la Unión Soviética. Pero lo que son con toda seguridad es un medio que utilizan en exclusiva los regímenes totalitarios. Esa es la deriva en la que se encuentra nuestro país y frente a eso no puede haber sino más valentía.